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Infierno de Lodo y Agua en Aysén [Mayo 1966]

Por Baldo Araya Uribe
Fotos de Gustavo López V.

 

JOSE NANCUL BARRIA, un hombrecito muy modesto, llegó presuroso y afligido el día 20 hasta nuestra mesa de trabajo.

 

— Señor, me salvé milagrosamente. Ahora quiero saber cómo está mi familia en Puerto Aysén. Tengo que trasladarme hasta allá. ¡Ayúdeme, por favor!

 

Era un hombre que hacía visibles esfuerzos para no llorar. Para tranquilizarle, recurrimos a la mentira piadosa.

 

—No se aflija, amigo. Su familia debe estar bien. porque no se ‘ha recibido ninguna noticia grave de Puerto Aysén. —-En realidad sabíamos que la situación en ese pueblo tendría que ser forzosamente grave. El silencio a que habían caído las autoridades daba pábulo para pensar en lo peor.

 

Nos interesaba en extremo conocer detalles de lo que estaba sucediendo en el campo. Seguimos averiguando más detalles.

 

—Estaba trabajando en un campo de cerro La Virgen. Al cabo de tres días de lluvias interminables y por conversaciones que sostuvo con mis compañeros, me vi obligado a hacer un atado con mis ropas y un poco de pan y partir a pie. He caminado dos días. En el camino me sorprendió un rodado de barro espeso que me arrastró más de cincuenta metros en la ladera de un cerro. Perdí mi bulto donde traía mis ropitas. Empapado en barro. alcance a llegar anoche a una casa cercana a Coyhaique, en donde me regalaron esta ropa seca que llevo puesta. Me dieron café primero y luego un plato de cazuela. Ahora, al llegar a Coyhaique, me encuentro con la sorpresa de que no puedo continuar a Puerto Aysén, porque los caminos se encuentran totalmente cortados por los derrumbes. No sé qué suerte corren mis hijos y mi mujer.

 

El pobre hombre contenía con esfuerzo las lágrimas, porque algo le intuía que los suyos estaban sufriendo más que él. Fue a entrevistarse con el gobernador del departamento, Carlos Echeverria Blanco, atendiendo a una sugerencia nuestra. No lo volvimos a ver.

 

Allí caímos en cuenta que la situación en el campo era en extremo gravísimo. Hasta este momento, nuestros conocimientos no llegaban más allá, de lo que estábamos viendo en Coyhaique y sus alrededores, que por supuesto era deprimente, Un verdadero cuadro de desolación: casas arrancadas de cuajo, puentes derrumbados. Calles transformadas en arroyos, inmensos montículos de barro. piedras enormes obstaculizando las calles. De los cerros habían rodado también enormes cantidades de leña que formaron barricadas junto a los cercos y casas.

 

Al momento de estar escribiendo esta crónica han transcurrido tres días de lluvias torrenciales interminables. Apareció el sol y nos dimos cuenta de la magnitud de los destrozos. Los cerros vecinos a Coyhaique mostraban enormes heridas, largas, de arriba abajo, teñidas de un café profundo; tantas como para hacer cambiar de un golpe el verde característico de las tierras destinadas a pastaje de una hacienda que ahora comenzará. a perecer.

“Por esas heridas se había deslizado el material destructor, causante de tantos destrozos. Estos rodados cambiaron el curso de los arroyos y de los ríos, volcaron casas, se llevaron centenares de animales.

Ya pasará

 

La mañana del miércoles 18 dio la primera sorpresa a las personas que debían acudir a sus trabajos. Era imposible atravesar las calles. Quienes lo hicieron fueron los que poseían vehículos. Esa noche del 18 había comenzado a llover a las tres de la madrugada.

 

A las ocho las calles de Coyhaique estaban intransitables. En las escuelas se produjo de inmediato un ausentismo del 50 por ciento. En los dos liceos ocurrió otro tanto.

 

A las diez de la mañana la emisora local, Radio Patagonia Chilena, comenzó a dar boletines extraordinarios, informando de los primeros cortes de caminos y de una inundación en la población Víctor Domingo Silva, donde peligraban dos familias. Al mediodía la misma emisora señalaba que las lluvias daban demostraciones de haberse desatado en toda la provincia y que podrían haber provocado daños en los campos. También se habló que hasta ese momento esos daños podrían llegar a los mil millones de pesos.

 

Hasta ese momento la gente todavía no se inquietaba. “Ya pasará”, se decía en el vecindario. Seguía lloviendo furiosamente.’ A las 16 horas, la emisora se puso en contacto con el Regimiento N° 14 “Aysén”, con 1a Gobernación, con la Municipalidad, con los colegios y carabineros, en atención a las alarmantes comunicaciones que llegaban de las poblaciones. Recién en la noche del día 18 se le tomó peso a la situación. Alrededor de las 21 horas comenzó la labor de evacuación de cuatro familias, cuyas casas habían sido removidas de sus bases. La angustia se extendió a otras poblaciones. Bomberos salió a la ciudad con sus equipos motorizados a prestar auxilio a la población. Entró también en acción la Defensa Civil.

Un pequeño damnificado. Foto de Gustavo López V.
Un pequeño damnificado. Foto de Gustavo López V.

Desesperación

 

La situación del día 19 fue penosísima. Cuadrillas de Vialidad, de bomberos y personal de la Municipalidad salieron a la calle a salvar familias. En la noche había 200 personas alojadas en el Grupo Escolar. La Cruz Roja se hizo cargo de procurar camas y comida a los damnificados.

 

Empezó a llegar gente de los campos vecinos trayendo informaciones muy alarmantes. Los primeros puentes comenzaron a desaparecer. Nunca antes se había visto crecer a tan elevados niveles las aguas de los ríos Simpson y Coyhaique, que circunscriben la ciudad. A las nueve de la mañana cae el primer puente importante: el Pinuer, que comunica a una rica zona ganadera y agrícola; además, aquí se encuentra la planta de telecomunicaciones de la CORFO. Se perdió el contacto con el camino que conduce a Coyhaique Alto. A tres kilómetros de la ciudad está situada la Escuela Práctica de Agricultura. Esta suspendió sus clases debido a que había desaparecido el puente de la Cruz.

 

También se cortó el camino que conduce a Valle Simpson, Balmaceda y puerto Ingeniero Ibáñez. Lo mismo ocurrió con el más importante de todos, el que comunica Puerto Aysén con Coyhaique.

 

Periodistas salen a los campos a examinar la magnitud de los destrozos. Este reportero alcanza a llegar a la altura el kilómetro 54, encontrándose con la amarga revelación de la existencia de la primera víctima. El niño Carlos Araneda, de seis años, había sido violentamente disparado del caballo mientras su padre trataba de evacuar su familia de su casa de Baguales. El infortunado menor fue virtualmente tragado por un río que antes no existía, cayendo a un abismo aterrador. Se salvan el padre y una guagua recién nacida.

 

A la misma hora perecía otro menor en el lugar denominado Lago Frío, a treinta kilómetros al sur de Coyhaique. La situación es caótica, porque todos comienzan a preguntarse: ¿Cuál es la suerte que está corriendo Puerto Aysén?

Puerto Aysén muestra toda la inmensa área inundada por el lodo y el agua. Foto de Gustavo López V.
Puerto Aysén muestra toda la inmensa área inundada por el lodo y el agua. Foto de Gustavo López V.

 

Silencio en Puerto Aysén

 

Desde las primeras horas de la mañana de este fatídico día 19 los periodistas de Radio Patagonia Chilena tratan de ponerse en contacto con el intendente subrogante, Francisco Cisternas Fuentealba. Se hacen llamados telefónicos; se recurre al servicio de radio de Carabineros; de Vialidad. Todo resulta inútil. Se nos contestaba que el intendente andaba recorriendo la ciudad capital; se nos informaba que la situación era normal, a pesar de que las aguas habían inundado algunas calles.

 

Alarmados en extremo, debido a los requerimientos del público, permanentes y cada vez más elevados, empezamos a lanzar mensajes a cada segundo.

 

Recién en la tarde nos llamó el intendente subrogante para confirmarnos que la situación era en extremo grave. También se nos advirtió que “toda información de los periodistas de Coyhaique debía pasar primero por las manos del gobernador Carlos Echeverría”. Se produjo indignación en los miembros del Círculo de Periodistas, respondiendo que ellos habían informado hasta ahora en forma veraz y escueta. Es más, el periodismo de Coyhaique no había. revelado ni siquiera la mitad de los hechos. La noche del día 19 fue la más larga y penosa. Nadie durmió. En Puerto Aysén se había producido una psicosis colectiva.

El Puente Pinuer, en Río Simpson, es arrastrado por las aguas. Foto de Gustavo López V.
El Puente Pinuer, en Río Simpson, es arrastrado por las aguas. Foto de Gustavo López V.

Gente en los techos

 

El día 20 amaneció con sol. La gruesa y enervante cortina de nubes y agua había desaparecido. Por doquier se observaba desolación. Centenares de cascadas lucían su blancura inmaculada descendiendo de los cerros. En los campos se veían enormes zonas cubiertas de piedras y árboles tumbados, como si un bombardeo de guerra hubiera tocado a su fin.

 

Ya no había motivo de ocultar nada. Puerto Aysén, a través de uno de los cronistas de Radio General Marchant, lanzaba los primeros despachos a emisoras de la capital, dando cuenta de la verdadera situación. Se dio término a la censura y los habitantes podían hacer uso de los medios de comunicación existentes.

 

Ernesto Hein, el piloto de los mil ejemplos de valentía, realiza su primer vuelo a la ciudad capital. Para aterrizar en un pedazo de camino —tierra de salvación de los porteños- en vista de que el aeródromo estaba totalmente inundado. Aquí descubre Hein que la gente se había salvado, montada en los techos de las casas. Observa que los vecinos se comunican entre sí valiéndose de los botes. En la tarde este valeroso hombre del aire comienza a lanzar comestibles en bolsas de polietileno. Viaja también a observar a situación el gobernador de Coyhaique.

 

Puerto Aysén, una ciudad de unos seis kilómetros cuadrados de construcción, muestra tan sólo una extensión de tres por seis manzanas libres de inundación. El resto es un mar gigantesco de treinta kilómetros de largo (desde el kilómetro 20 a Puerto Chacabuco) por todo el ancho de esta hoya hidrográfica.

 

Sin agua ni luz

 

Coyhaique tuvo que poner en uso sus motores de emergencia para alumbrar el pueblo, debido a que la línea de la planta Arredondo que lleva la energía al interior de la provincia había sufrido serios destrozos en el empostado. Los débiles motores de la ENDESA en Coyhaique no dan abasto a una población que crece a pasos agigantados. Se da luz por sectores. Los motores se recalientan y hay necesidad de apagarlos. Así, de espacio en espacio, se da y se corta la luz.

 

Las cañerías del agua potable se obturan. Se termina agua en la población. Obreros y empleados de Agua Potable trabajan día y noche para reponer el servicio. Todo es imposible. Los esfuerzos son varios.

 

Ahora la búsqueda de agua en Coyhaique es un espectáculo. Centenares de dueñas de casa viajan con damajuanas y ollas en procura del vital elemento. Los camiones y las camionetas viajan con barriles en sus camadas conduciendo agua para los hoteles. Más tarde se une a la tarea el Cuerpo de Bomberos y un estanque destinado al acarrea de combustible se utiliza como carro-bomba. Hay un espíritu de colaboración enorme.

 

La fiesta del “21”

 

La Municipalidad resuelve no realizar la programación de las Glorias de la Marina Chilena. Los actos se reducen al izamiento del pabellón patrio en la plaza. Realizado el acto, presurosos los efectivos del Regimiento N° 14 “Aysén” se suman a las faenas de ayuda a la población ya las labores de despeje de los caminos. Tan sólo la banda instrumental se queda en la plaza para ofrecer un programa musical chileno que se cumple ante el asombro de los presentes.

 

En Puerto Aysén, sencillamente, no hay fiesta. Es la única vez de su historia que una efeméride tan importante se pasa en blanco.

 

El mejor homenaje a las Glorias Navales lo hace la propia Armada Nacional al disponer el envió de la escampavía “Janequeo”, el patrullero “Lautaro” y del crucero “Arturo Prat” con dos helicópteros. Este refuerzo es tal vez el más valioso de todos, porque ha dado muestras de haberse hecho conciencia nacional de este tremendo drama que envuelve a la más castigada de todas las provincias chilenas, castigo que llega todos los años, despiadadamente.

 

Diez mil millones

 

Rigoberto Castillo Lorca fue el primer hombre que cruzó parte del camino de Puerto Aysén a Coyhaique. Aislado en el kilómetro 20, resolvió unir este punto con Coyhaique a pie. En dos días, peligrando su vida en el cruce de centenares de ríos, llegó a este pueblo, trayendo la primera visión de los hechos. Por el camino, los pobladores se prestan un kilo de harina y unas cuantas cucharaditas de azúcar. El río Correntoso se llevó el vital puente de este lugar. Todos los otros puentes menores desaparecieron. Se necesitan tres largos meses para rehabilitar este camino, el fundamental de la zona.

 

La 1.ª Comisaria de Carabineros de Coyhaique, en posesión del conocimiento de los dramáticos hechos y el sufrimiento de los pobladores en ese sector, dispone el envío de 15 carabineros, a pie y a caballo, llevando víveres y medicamentos. Los jóvenes aspirantes a carabineros suspenden su instrucción y se lanzan a desafiar a la naturaleza con decisión y coraje. Tal vez sea su mejor escuela.

 

Mientras tanto la gente se pregunta: ¿A cuánto ascienden los daños? Hasta el momento se habla de diez mil millones de pesos. No están incluidos en esta apreciación los destrozos que afectan a los particulares. Hay centenares de colonos que han perdido sus casas, sus enseres, sus alambrados y sus animales. Entre el kilómetro 20 y Chacabuco la muerte de animales es completa.

 

Las áreas laborables y de ricos pastos talajeros se han reducido a dos terceras partes. No hay medios de sacar haciendas hacia el centro del país para hacer dinero. La pobreza en el sector campesino es alarmante. Con los créditos suspendidos, miles de ganaderos se irán a la ruina. No hay dinero ni si quiera para hacer frente a los compromisos tributarios. El mes de marzo pasado de dos mil contribuyentes que debieron haber pagado el impuesto a la compraventa, sólo lo hicieron ¡seis! Largas listas de morosos se publicarán en los periódicos locales en vano.

 

Veinte muertos

 

Por ahora se sabe de veinte bajas. Seguramente esta lista habrá de subir, porque todavía no se ha llegado ni a la mitad de los lugares que han sufrido calamidades. Existen regiones enteras totalmente aisladas donde ha sido imposible llegar o salir. ¿A qué extremos puede llegar la pérdida de vidas humanas? Sólo el tiempo lo dirá. El suspenso de Aysén será largo, de contornos trágicos.

 

Aysén sufre en todos sentido y tan sólo una política de abierto amparo y de una ayuda patriótica de excepción puede sacar de ruina a sus cincuenta mil habitantes. Llevarles, por ejemplo, una vanguardia gigante de hombres que sepan usar la pala, la picota y el hacha. Llevar alambre para volver a cerrar los predios. Llevar un crédito urgente para rehacer las casas. Terminar con el cobro de todo impuesto por un periodo no menor a veinte años. Disponer de inmediato aviones DC-3 para evacuar carne a los centros del país desde Coyhaique. No menos de diez mil lanares y mil vacunos hay necesidad de sacar para hacer plata y para evitar una mortandad masiva de esta riqueza ganadera dramáticamente bloqueada.

 

Es importante que todos los chilenos mediten el tremendo drama de Aysén. Es importante que se sepa que aún no ha venido el invierno, el verdadero invierno de Aysén. Junio, julio y agosto pueden ser los meses críticos de otro “terremoto blanco”, y un nuevo cuadro de miseria envolverá a esa tierra que quiere sobreponerse y ser realmente la más rica de Chile.

 

Estos tres días de lluvias torrenciales han destruido más a Aysén que todos los inviernos juntos de toda su vida histórica. Cincuenta mil habitantes están vigilantes de la integridad territorial y de su soberanía, pero hay necesidad de que se les tienda la mano para que no lleguen al desencanto y pesimismo, que ya están haciendo cuerpo en sus habitantes.

Esta ayuda inmediata hay que cumplirla sin titubeos. La ayuda a Aysén debe ser sin tregua.

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